El bosque se hacía eterno, la
oscuridad intensa, el dolor insoportable. Las chicas corrían invadidas por el
miedo, sin saber a qué se enfrentaban ni cómo terminar con la pesadilla. Ellas dos
eran las únicas que habían conseguido escapar del campamento, las únicas sobrevivientes
de la masacre que la bestia había hecho con sus desgarradoras garras en los
cuerpos de sus compañeros. Solo les quedaba correr, esconderse entre las
sombras, aguantar la respiración y rezar para no ser encontradas por la bestia.
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