Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de
cola. Mis dedos corrían incesantemente por
las frías teclas poniendo en cada
nota el alma. Mis sueños se materializaban
ante mis ojos y sentía mi cuerpo flotar. Poco a poco había dejado de
escuchar el ensordecedor ruido de la ciudad. Estaba tan alto que casi tocaba
las nubes y cuando miré hacia abajo mi cuerpo yacía sobre el gélido marfil
teñido de rojo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario