Hoy me he despertado de mala gana. Lo admito, tiré el
despertador contra la pared y me lo cargué del viaje, llovieron piezas del
pobre despertador por toda la habitación. Al principio me alegré de no tener
despertador, hasta lo celebré saltando de la cama para marcarme el baile de
celebración. Celebración que me duró poco porque me clavé los trocitos del
pobre despertador en los pies. ¡Ay qué dolor!
Tocó limpiar el estropicio si no quería que además de mí
alguien más resultara herido. Mientras recogía me acordé de mi amigo Juanillo,
al que me encontré el otro día después de las pruebas para entrar en el equipo.
Estaba acalorado el chiquillo, nunca lo había visto tan apurado y le pregunté
que le había pasado:
«Hoy
me levanté por los pelos, el despertador no me sonó. ¡Hoy no sonó el
despertador! Ya podría haber sido ayer cuando no sonara, pero pasó hoy. Tendré
que darle la razón a mi madre que siempre me dice: “Juanillo, un día de estos
ni te levantarás”.
¡Madre tenía que ser! ¡Benditas madres!
Tenía las pruebas para entrar en el equipo, llegué en el
último momento y chorreando sudor. El
entrenador me vio tan rojo que de gracioso dijo que conmigo harían salsa de
tomate. ¡Y lo intentaron! ¡Qué mal lo pasé! La próxima vez pongo en
funcionamiento todos los despertadores de la casa, pero éste que está aquí no
se vuelve a quedar dormido.»
Salí
tan rápido de casa que ni de desayunar me acordé… Ahora tengo tres despertadores
y ninguno en la mesa de noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario